miércoles, 3 de abril de 2013

Ruinas de la virtud


El Templo está pasando el Gran Puente,
quien desee llegar, primero debe cruzarlo.
Los devotos que buscan este santuario
son seguidores de las doctrinas de la destrucción
aunque estas conlleven penas y pesares
son fieles y serviles a la catástrofe.
Los que llegan se someten,
algunos renuncian rápidamente, escapan
de los tétricos agobios del dogma,
aun así, todos deben abandonar en algún momento
pues quien se queda mucho tiempo, perece,
esto quiere decir que los maestros
siempre están más cerca a la muerte.
Todos ellos que aquí prolongan su estadía
lo hacen para aniquilarse a si mismos,
fundamento y pilar del dogma,
si bien es un deber,
la razón de la regla nunca es revelada
el penitente cumple sin cuestionamientos
ya por una infinita desesperación,
ya por una absoluta certeza,
o por la propia voluntad, frecuentemente
guiada por una espantosa tristeza.



Para salir del templo hay que cruzar el puente,
pero los que han salido movidos por el espanto
quedan atrapados y al irse retornan, regresan,
ellos suelen estar viajando constantemente
hasta que logran partir o son trofeos de la locura,
perdiéndose en el negro olvido;
los que salen de la única forma posible
llevan su recompensa una intocable armadura
que les entrega vigor y resistencia
ante las terribles criaturas del mundo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario