martes, 15 de julio de 2014

Perseguía el Poeta a la serpiente entre los miasmas en los límites del pantano. La esquiva cazadora con un movimiento despistó a su perseguidor, trepó invisiblemente a un árbol para dejarse caer en los hombros del hombre, enterrando sus colmillos en lado izquierdo, dio de probar su veneno al poeta y antes de cualquier reacción deste ya estaba en el suelo escondiéndose entre las mala hiervas. Reía la serpiente mientras el tóxico hacia su efecto sedante, el desentendido hombre solo pudo serenarse en el piso, oportunidad que aprovecho la ponzoñosa para acercarse y preguntar el motivo de su descuidada persecución. En voz baja las palabras del poeta lentamente fluyeron desde su convulsionada boca conmoviendo al reptil, quien mantuvo el silencio luego de escuchar tan extraña respuesta, pues nada sabe una serpiente de poesía. Rompió su silencio para preguntar: ¿cómo sabes cuando el poema está terminado? Se escuchó la respuesta entre estertores: Te lo gritan desde dentro las viseras,(aquí hizo una gran pausa) Es como si un veneno te lo avisara. La serpiente arrepentida de su imprudente mordida, vomitó un pequeño frasco de vidrio azul oscuro con el antídoto; en silencio regresó al pantano.