martes, 4 de septiembre de 2012

Las grietas de Inocencia, sobre la depresión infantil


I TRISTEZA

                                                                                                                                             “A pesar de sus años juveniles,
despide cierto olor a sepultura”

Puede ser que en su primera vida
el cachorro se encantara y moviera ávidamente su cola.
Las cosas han cambiado, atado a su canil
pasa el tiempo echado, suponiendo que duerme
imaginando lánguidos sueños como consuelo.
Ya la cadena se ha vuelto su madre,
ella lo mira a la orilla de la desgracia,
reteniéndole en el mundo del ornato,
confinando la libertad de sus risas,
intoxicando la inocencia con hastío.

Ahora,
“Nadie podrá mirarte como entonces,
sin recibir
un flechazo en los ojos”.



II AISLAMIENTO

Recluso en mis propios pellejos,
sentenciado a la fatiga de mis huesos,
alejado de mi condición silvestre
el temor al castigo, el dolor en la carne,
el escarmiento es hoy mi hermano y mi prudencia.

Sitiada se encuentra mi tierra por todas sus fronteras,
un ejército de temor ha destruido los muros de la ciudad,
encarcelando a las destrezas y saqueando la vitalidad
solo quedan ruinas, yo mismo pertenezco a ellas,
nunca se pondrán en pie las jóvenes murallas,
ya malas hierbas las cubren sin piedad y en calma.

Por las horas de la tarde pasea mi llanto tenue
para no levantar la cólera de quien toma la siesta.



III RECHAZO

Como si la marcha de las cosas se hiciera más lenta,
rechina desalmadamente el oxidado engranaje,
cae a pedazos el cielo y no hay razones para huir,
colapsos de horror para un miedo no disponible,
los ríos están secos, la noche se ha detenido,
y las velas ya casi se han consumido.



IV JAQUECA

Aleteos de moscas rojas y hambrientas
se aproximan, cual calamidad cayendo del cerro,
no hay vías de escape, ni escaleras de emergencia
solo la cadena a mi cuello, con la perspectiva del encierro,
el calor arrasa y el sopor agobia, el enjambre ya está aquí
por más que ladre no se irá, traen la pesadez,
la congoja y la rabia que se hospedan dentro de mi cabeza
¿son espectros del futuro, con presagios de la ruina?



V INSOMNIO

Pasaba las noches despierto tratando de entender,
de tanto de tratar olvidé cuales eran las preguntas…
Ahora observo en lo alto y oscuro esas chispas
que al igual que yo están encadenadas,
siento su compasión y complicidad.
No sé si es la locura que me visita
o algún otro demonio nocturno, pero les escucho
realmente me hablan, de un doloroso transe
y un distinto porvenir.
Duermo durante las tardes
para esperar sus palabras.



VI NARCOLEPSIA

La delgada línea se ha borrado
no hay luz ni sombra
solo un manchón gris y un mar de murmullos.



VII ANSIEDAD

Me rompo los dientes mordiendo está cadena,
rasgan mis oídos el canto de las alarmas,
una colonia de termitas roe mi cuerpo,
ya vienen las ratas por su rapiña,
llega el enjambre con sus rugidos
la rabia, el retumbar en mi pecho
el rojo con sus tambores, el redoble
que marca el paso de los rítmicos segundos
ya reventarán, azotarán, no se detendrán.




VIII PESADILLA

En la hora de los oscuros ronquidos
ese gran felino camina por mi calle,
sus ojos derraman espanto
proponiendo una huida inmediata.
No es posible ocultarse de su ancha vista
me espera inmóvil, asechando, relamiéndose,
pretende que duerma entre sus garras
sumergiendo lo poco que ha quedado de mi
en un fuego negro, la tortura sin descanso,
pretende su victoria y ruge sombrío
míralo sonriendo desde su orilla,
pero sin esconderse, se aleja, se esfuma.



IX AGITACIÓN

Destrozados dientes y muelas, desgarrados los tímpanos
mi esqueleto rabioso se sacude con desidia
las palpitaciones de la carroña aumentan,
el termómetro y el termostato se disparan
el estomago se llena de humos calientes
que quieren salir, frio en la frente,
como despertando de una mentira,
pero que no se puede sacar uno de encima
como si estuviera hecha de petróleo mal oliente.
La cadena que se arrastra, burlona
no hay caminos ni sendas,
solo el ahogo y la presión del callarlo todo.




X AGRESIÓN

¿Cómo podrías ser mi hermano
si ignoras lo respetable?
Un granjero irresponsable
solo cosecha un fruto amargo

Mi pellejo infectado
arranco a mordiscos
de este esqueleto arisco,
miras, te quedas asombrado.

¿Es que no escuchas tu falta
en mis gruñidos?
muerdo la mano que me alimenta,
en forma de pago.



XI FATIGA

Cae el sol como en un desierto de angustia,
atacan los bostezos y la modorra
hay una brisa, la escucho en los árboles.
Ya no estoy aquí, duermo.



XII HAMBRUNA

Ya no quiero estas fuerzas
para seguir tirando de la correa,
venció en su lucha, su victoria:
el comienzo de la agonía.


Ya no muerdo, ni ladro, ni como,
los pasos que se acercan
los ignoro tanto como los que se alejan,
las preguntas me tienen sin cuidado,

“Sonrío, pero no respondo
[…]
tengo otro mundo,
no el mundo de los hombres”



XIII VOMITO

Empañando el ambiente con olor de arcada
con un ojo cerrado
y el otro a medio cerrar
la nausea amenaza,
como respuesta física del fastidio,
reacción del alma encabritada y maltrecha.
La masa se precipita con apuro
al suelo raso junto con una lágrima.



XIV ANGUSTIA

Poco a poco va apretándose mi garganta
que cae desde la cima del acantilado
desbarrancando sus funciones con el último aullido,
se calla ciegamente en el fondo de su tumba.

En medio de esta entumecida comarca,
hielos sonámbulos rompen las dunas
quebrando el ánimo, relamido por la borrasca
que lentamente se cuela en la mirada.

El destino ya ha dado su bofetada
Su nube llega, cae el firmamento
y yo en esta lluvia despiadada.

Se aprietan los latidos, se frena el aliento
piel blanca, ojos rojos, boca seca
carcelera de este último aliento.



XV MUERTE

La noche es fría y una brisa fresca la recorre, una polilla revolotea en una ampolleta que se apagará en cualquier momento. Unos pasos aterciopelados caminan por el cobertizo. La luz ya se apaga con el aliento del felino. Una corriente eléctrica sube rápidamente por mi espina, los pelos se me erizan y mis piernas se impulsan para escapar. Hay algo fuera de lo normal que encaja en la escena, algo está faltando, el felino ha llegado, sus ojos se clavan en mis pupilas, es la señal para partir, corro enloquecidamente, ya no estoy en la que fue alguna vez mi casa, voy calle arriba, con la lengua a fuera y la mirada turbada, paso por plazas que nunca vi antes y escucho el escándalo que arman mis compañeros, es un gran lamento que se intensifica poco a poco, como si estuviesen dándome la bienvenida. 

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